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herejes, no; porque tal pretensión te produciría tal vez algún horror. Et se contenta con que vivas en la Reli– gión con hábito de Religioso, y sólo te pide que vivas. como Religioso tibio y laxo, formándote así poco a poco un mal hábito de despreciar tus Constituciones y Regla Seráfica; un mal hábito de prevaricar la pobreza santa, llenando tu celda de ociosas chucherías; un mal hábito de no hacer la obediencia, industriándote, ya con un medio, ya con otro, para salir con todos los designios de tu genio; un mal hábito de violar la castidad, consin– tiendo en la iniquidad pero con cautela, sin mancha de tu honor en la estimación del mundo. Esto le basta al demonio, pues sabiendo él que van al infierno los Reli– giosos de esta suerte, aunque no sean apóstatas, con tal que tú llegues a condenarte, a él nada le importa que te condenes por tal o cual motivo. Considera, pnes, si te conviene dar oídos al demonio para ir al infierno. PUNTO lI Mira a Jesucristo en la puerta del Paraíso, el cual, aunque en justicia pudiera mandarte al infierno, desea, sin embargo, por misericordia, darte el Paraíso siempre que tú le quieras, sirviendo con fervor de espíritu a Dios en la Religión que tú mismo elegiste. El te llama dulcemente, y te convida, ofreciéndote mil gracias para ayudarte a vivir como buen Religioso. Mira también la Santísima Virgen, nuestro Padre san Francisco y todos los demás santos que allá arriba en el cielo te esperan, y amorosamente te exhortan a que elijas el Paraíso, diciéndote que la Religión no es tan dura ni penosa

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