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220 dolores... Cómo las molestias de la conversac10n, hallándote con personas de diferente genio, o bien pesadas, indiscretas y descorteses... Si eres constante en mantener tus buenos propósitos... Si te rindes al temor del qué dirán haciéndote esclavo del juicio, inclinaciones y gustos de los demás... Para saber el grado de fortaleza en que te hallas, haz a ti mismo esta pregunta: Si me aconteciese tal contrariedad, si me ocurriese tal mortificación, ¿qué diría?, ¿qué haría? Si te sientes vacilar, confúndete, y pídele a Dios su ayuda: no encubras tu poco espíritu con pretextos, diciendo: No me quejaría, si lo hubiese merecido, si fuese verdad; quéjome, porque soy ino– cente, porque se me hace agravio. Estos no son sen– timientos de virtud. La gloria de la fortaleza está en el padecer sin culpa, padecer con agravio; como hizo Jesucristo, y todos sus santos. Considera el valor que tuviste al dejar el mundo abandonando padre, madre, comodidades, libertad, esperanzas; y avergüénzate de tu vileza y cobardía presente, en no saber renunciar con ánimo generoso ciertas aficiones vanas, pareceres, cosillas, naderías. rMAXIMA Sobre no ser de celo indiscreto. La primera virtud que se alcanza por quien reciente– mente se ha convertido, del mundo a Dios, o del estado de tibieza a algún fervor, parece que es el celo, es decir, un deseo ardiente de mantener la Religión en
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