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217 erigido en su honor! ¡Cuántos cánticos de alabanza se oyen resonar para gloria suya! ¡Oh, cuán copiosa es la remuneración que Dios da a los que le siguen! Ahora, pues, conviene que te pro• pongas seguir a Jesucristo en la abyección. Apetitos de ser estimado, alabado, honrado con títulos de superio– ridad, dignidad, preeminencias, sois vanidad, que vais a concluir en oprobios sempiternos. Confusiones, humi• Ilaciones, mortificaciones, sois auras preciosas de gloria eterna, abrazadas y soportadas por el amor de Cristo. Excítate, pues, a un verdadero deseo de sufrir mucho con la esperanza de gozar mucho más, y vendrá presto aquel tiempo en que te llamarás bienaventurado y feliz, gracias a aquel mismo sufrimiento, por el cual ahora tal vez te consideras miserable; ni tendrás otro disgusto, que el de no haber padecido más, ni haberte humillado más por amor de Jesucristo. EXAMEN PRA:CTiiCO Sobre las dos viirtudes cardinales, prudencia y fortaleza, Estas virtudes se llaman cardinales, porque son como quicios o polos, sobre los cuales se mantienen, y mueven todas las otras vit'tudes morales que sirven para regular las costumbres. Esto basta para com– prender cuán necesarias son al Religioso que hace profesión de caminar a la virtud. Y en primer término la prudencia, es una virtud que nos inclina a obrar con reflexión, eligiendo los medios proporcionados para 13
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