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2!3 habría sido bastante un solo suspiro de su Corazón;. pero prefirió sujetarse a los trabajos y desprecios. Cuando yo también pudiese igualmente salvarme dán– dome buena vida, o bien padeciendo, de buena gana escogería el padecer, por imitar a mi Salvador divino. No fué solamente criada el alma para la gloria, sino también el cuerpo que ha de resucitar para acompa– ñarla; y para ir a la gloria, no basta parecerse a Jesu– cristo en la penitencia del alma, sino que, en cuanto es posible, conviene conformarse con El en la penitencia del cuerpo. Si, pues, rehusare hacer que mi cuerpo padezca, no puedo esperar que sea este el cuerpo de un predestinado para la gloria. Habiéndose contaminado también el cuerpo junta– mente con el alma, y no entrando cosa contaminada en el cielo, debe ser también purificado el cuerpo, para que sea digno de entrar en aquel lugar de eterna feli– cidad El alma, si tiene algún reato de culpa, va a pu– rificarse en el Purgatorio; mas para el cuerpo no hay otro Purgatorio, sino la penitencia de este mundo. Si no tengo valor para hacer gran penitencia, debo por lo menos sufrir pacientemente todo aquello que por necesidad me conviene tanto sufrir. A un cuerpo que está habituado a una delicadeza viciosa, y que ha tenido toda la libertad de sus sentidos, jamás le falta que padecer, y halla las ocasiones de mortificación a cada instante Azotes que habéis llagado la carne de Jesucristo; espinas que habéis traspasado su cabeza, dadme valor y ánimo para llevar con paciencia cualquiera adver– sidad que me acontezca.

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