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2II, fuese la más leve, y de preferir su gusto y su gloria a cualquiera interés tuyo... Si renuevas los actos de dolor, acordándote de haberle ofendido y al verle agra– viado por tantos otros... Examínate también si verdaderamente amas a Dios, o solamente das a entender que le amas. Cuando se ama una persona, se la recuerda muchas veces, se piensa y se habla con gusto de ella. ¿Te acuerdas fre– cuentemente de Dios en tus acciones para enderezarlas a su honra y gloria? ... ¿Hablas de Dios en tus conver– saciones, aun entre seglares?... ¿Oyes de buena gana cuando se habla de Dios?... Por amor de Dios dieron los mártires la vida; ¿y tú, por amor de Dios, estás dispuesto, a lo menos, a hacer aquello que debe un buen Religioso? ¡Qué vergüenza pensar que algunos seglares hacen, y padecen muchísimo más por amor de una criatura, de aquello que tú haces y padeces por amor de Dios! ¡Qué confusión por esta tu inconstancia, a la que basta tina pasioncilla, un puntillo, una vanidad para enfriarte y retirarte del amor de Dios! Cuando se trata de obrar por amor de Dios, todo te repugna. Pide perdón de esto al Señor, y ruégale que te dé otro cora– zón, si no para amarle cuanto merece, a lo menos cuanto eres obligado. PAACT:UCA De sentimientos. Para el día octavo. Podía Jesucristo vivir en el mundo entre delicias y honras, y obrar sin embargo la redención, para la cual
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