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201 aquello que hemos perdido por nuestra ·negligencia hasta ahora. MEDITACION II Sobre la coronación de espinas de Jesucristo. PUNTO I Después de haber azotado a Jesucristolosj;~Úos, :.1~, hacen sentar en una piedra; y con una invenció"'diábó;'' lica, jamás practicada ni oída, tejen una corona de espinas, espinas largas, espinas duras y agudas; se la sujetan en la cabeza, y a fuerza de golpes las hincan muy adentro hasta penetrar en el cerebro. Siendo la cabeza el centro del sistema nervioso y, por consi– guiente, de toda sensibilidad, ¡qué dolor y qué espasmo! Brota gran copia de sangre de las numerosas heridas, e invadiendo el cuello y el rostro, se desfigura todo el semblante, sin quedarle casi figura de hombre. ¡Oh Padre Eterno! Ved aquí a vuestro Hijo, que Vos nos disteis, el más inocente, el más santo de todos los hombres, y que nosotros os le devolvemos el más mi– serable y dolorido de todos. ¡Oh Virgen Santísima! Ved aquí a vuestro Hijo, que vos paristeis en Belén, el más hermoso entre todos los hijos de los hombres; y nosotros os le entregamos el más afeado y disforme de todos. Estas espinas son mis pecados, singularmente; mis vanos, impuros y orgullosos pensamientos. ¡Oh, quién lo hubiera creído jamás, que la viña de mi alma, fecundada, por la divina misericordia, con tantos dones

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