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200 es más que un pretexto; pues se podría cumplir cómo– damente con lo uno y con lo otro. Qrabemos, pues, esto: ya que venimos a la Religión para hacer el bien, hagamos cuanto más nos fuere posible; y para reducir a la práctica esta máxima, con– sideremos el mucho bien que cada día podemos hacer libremente: lo primero, en orden a Dios, oyendo Misas, visitando el Santísimo Sacramento, honrando a la Vir– gen María, al Angel de la Guarda, y a los santos nuestros abogados; haciendo fervorosas jaculatorias, actos de fe, esperanza, caridad y de conformidad con la voluntad de Dios. Lo segundo, en orden a nuestros prójimos, con servir a los pobres viejos y enfermos, compadecer y consolar a los afligidos, hacer de buena voluntad y con agrado aquellos servicios que se nos piden; sufrir las imperfecciones de nuestros hermanos Religiosos, aplicar sufragios por las almas del Purga– torio, y procurar con exhortaciones oportunas ganar almas a Dios. Lo tercero, en orden a nosotros mismos, con refrenar la lengua absteniéndonos de discursos vanos, negar a nuestros sentidos toda satisfacción no necesaria, ir contra la propia voluntad, vencer la cu– riosidad de cosas inútiles, ek Y propongamos abrazar, de la mañana a la noche, todas las ocasiones que se nos ofrezcan de obrar bien, con ansias de hacer cuanto podamos: Mientras tenemos tiempo, obremos el bien (1). No nos fiemos del tiempo venidero, porque es incierto; y atendamos a recuperar, lo más presto, (r) D11111 tem.pus habemus, operemu.r bonum. (Galat., 6- IO.)
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