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193 tra hora y el poder de las tinieblas (1), ¿qué dolor no seria el de Jesús, bajo la tempestad de tantos y tan crueles golpes? Reflexiona ahora, cuánta parte tienes en esta crut!l flagelación, y reconoce en tan grandes golpes que des– cargan sobre Jesús los pecados tuyos, por El previstos distintamente, y maldícelos como causa de tantas penas a tu Salvador divino. Llégate en espíritu a la columna, besa aquella Sangre santísima, de la cual está bai'íada la tierra, y confiesa que tú eres el pecador, tú el que mereees ser de esta manera azotado. ¿Qué mal habéis hecho Vos, oh inocentísimo Cordero, para que sufráis una confusión tan vergonzosa, y tan atroces dolores? Leo en vuestras llagas el grande amor que me,. habéis tenido, y por ello os doy gracias¡ leo por otra parte en las mismas llagas mi grande ingrati– tud, y me arrepiento. Quiero ahora hacer penitencia de mis pecados, y castigar mi carne pecadora, ya que es castigada la vuestra, que es virginal. Pero confieso, Señor, mi miseria y flojedad; amo mucho mi cuerpo, y no tengo valor para castigarle; azotadme, pues, Vos, y castigadme en esta vida cuanto os plazca; con la ayuda de vuestra gracia, lo sufriré todo por tener alguna conformidad con Jesús. PUNTO II Lo que más debe conmoverte en esta flagelación, es la forma despreciativa con que se trata a Jesús. El má's (1) llaec est hora, vestra, et potestas tenebraYum,. (Luc., :;2.5·3.) 13
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