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es que quiere también ayudarme a obedecer su manda– miento. Pero esta ayuda debe ser pedida por mí, y así propongo pedirla incesantemente; yo debo pedir esta gracia y así lo haré siempre que en el Paternoster, diga: Hdgase tu voluntad, quiero pedir que ésta se cumpla en mí, que yo sea humilde, pobre, casto, obediente,etc., como es deber mío el serlo a imitación de Jesucristo. Quiero seguir a mi Señor adonde quiera que me guíe, al Tabor, o al Calvario; quiero seguirle ahora en la vida para seguirle también en la muerte, supuesto que vino al mundo, para enseñarme a bien vivir, y a bien morir. Su muerte es la más hermosa de todas las muertes, así como su vida la más hermosa de todas las vidas, ¡Oh, qué bello es vivir con Jesucrisfol ¡Oh, qué bueno el morir con Jesucristo! Yo debiera morir de confusión al ver por una parte el Dios de la Majestad, que se aniquila en la forma de un hombre: el Dios de la santidad, que se achica en la figura de pecador: el Dios de la Gloria, que se anonada hasta la condición de miserable: iY ver por otra parte un gusanillo de la tierra, un diablejo como yo, que tanto se ensoberbece, estima y busca ser estimado por algo grande, mientras soy la pura nada! Siento gran deseo de tener humildad; así por ser la virtud más amada, y propia de Jesucristo, como también porque tengo una extrema necesidad de ella, Si no saco otro fruto de estos mis ejercicios, sino un poco de humildad, me tendré por muy dichoso y contento. Esto ha de ser un don de Dios, y yo lo espero como una gracia que Jesucristo me ha merecido con el ejercicio continuo de una humildad profunda.

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