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Bien lo entendió todo el apóstol. Y como pudo se fué escabuHendo y salió fuera precipitadamente. El canto del gallo continuaba martillándole los oídos y la conciencia. Jesús .tenía razón que le sobraba. Cobardemente había negado el apóstol valiente al Maestro. fué vencido por unas mujer– zuelas, por unos hombres ruines. Y como un sin ventura rompió a llorar. Y tanto lloró durante su vida este pecado, que las lágrimas hi~ieron dos surcos en sus mejillas. Y cuenta la tradición que no podía oir .Pedro el canto del gallo sin romper en amargo llanto. 64
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