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150 ES!rREU.AS EN EL ·clEEó Cuando el hetmano potterb .abrió la puerta se en– contró con Margarita . ..;...;¿ Qué desea ?~preguntó el religioso. Margarita, dando un .profündo suspiro, pudo .de– cir: -¡ Un confesor.! La «nueva Magdalena)) hizo confesión .general de todas sus culpas. A los pocos días, su hermosa cabe– llera, causa de tantas vanidades, desapareció; su ros– tro bellísimo, incertivo de tantas pasiones, quedó mar– chito ,por los ayunos más rigurosos; y los finos vesti– dos y las deslumbrantes alhajas, precio de tantos pe– cados, se trocaron en el burdo sayal de terciaria .fran– ciscana. Un domingo, la «pobre pecadora)), como ella gus– taba llamarse, entró en la iglesia de su pueblo natal vestida de harapos, con una soga al cuello y pidiendo públicamente perdón de sus escándalos. Todos llora– ban al verla. Sólo su madrastra se mostró cruel con ella y la insultó con indescriptible cinism:o. Pasados algunos días volvió Margarita a Cortona y allí fijó la sede de su martirio. Horas y hotas pasaba de rodillas a los pies de un crucifijo regándole con sus lágrimas. Un día, de la imagen brotaron estas palabras : «Margaritá, hija mía, tus pecados te han sido perdonadosn. Algún tiem– po después, el mismo crucifijo abrió de nuevo los
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