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SANTA MARGARITA DE, CORTONA 14:7 gia de atardecer, y su corazón, ansioso de carifio, so– ñaba con realidades imposibles. Así terminó aquel día. Pasaron algunos más. Uno de ellos Margarita, la de los ojos negros como endri– nas; la de la tez. morena y cabellos de ébano; la de gentil talle y corazón de fuego, vió venir por el ca– mino de Montepulciano a un elegante joven montado <:-n brioso corcel. Le había visto más veces, pero nun– ca como aquel día deseó oír su voz y cruzar su mirada con la suya. Salió al camino por donde el joven había de pasar. Entre una nube de polvo llegó el elegante caballero. --¿ Qué haces aquí ?'--la preguntó. -Me gusta mucho el campo y he salido a disfru- tar unos momentos de su placidez. Al decir estas palabras, Margarita clavó los ojos en el. joven; los labios le temblaban apasionados, todo su cuerpo era una tentación.... El joven la comprendió perfectamente. Margarita, más insinuante cada vez, comenzó a relatar. su vida de privaciones y terminó esgrimiendo el arma más pode– rosa de la mujer: las lágrimas. -No llores-le dijo el joven., que estaba ab~·asado ya por los incendios de la pasión- i. ven conmigo. Quiero sacarte de ese infierno en que vives. Soy dueño de Vzliano y los Pa1azzi, y en. Montepulciario tengo rni c;;¡stillo. La hermosa aldeana tembló al principio. ¡ Era la deshopra lo que la o.frecía. ! El. joven, viGndo la fluc-
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