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M ONT~Dos en ca~allo trotador des~parecieron Mar– ganta y el senor de Montepulc1ano. La casa de Laviano quedó sola, como palmera en el desierto; las blancas palomas, que comían en la mano fina de Mar– garita, huyeron al campo acuciadas por el hambre, y el padre de la joven soportó en silencio su deshonra. Mientras tanto, los dos enamorados volaban; más que corrían, envueltos en nubes de polvo. -Verás qué hermoso es mi castillo-decía él-. Serás dueña de cuanto en él existe... -No me interesa tu castilio-afiadía ella coqueta– niente-; me basta con ser dueña del castillo de tu <::orazón .... Margarita sonreía y sofiaba. Al atardecer llegaron al castillo. Unos criados echaron el puente levadizo y los dos jóvenes pasaron muy ufanos por él. Des• pués ... j Un período de nueve años que sólo la mise ricordia de Dios pudo aguantar l... Vestidos lujosos, alhajas s1n cuento, criados obse– qüiosos, mimos, galanterías, todo lo que una joven hermosa de veinticinco· años puede apetecer.

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