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SANTA ROSA DE VITERBO 135 sús Crucificado. Extasiada ante aquel cuadro de dolor comenzó a gritar : -Señor, ¿ quién ha sido el que ha abierto esas lla– gas y os ha dado múerte tan afrentosa? ~El amor, hija mía-respondió el Crucifijo. -¿ Y quién os ha clavado en esa cruz ?-volvió a preguntar Rosa. -Los pecados de los hombres. · Rosa no pudo resistir más la fuerza de aquella voz y comenzó a grifar poi,- calles y plazas : -¡ Misericordia, Señor 1 ¡Misericordia! Como un nuevo apóstol, a todos los que encontra– ba les decía: «Haced penitencia de vuestros pecados.» Los frutos que consiguió la santa niña con su pre– dicación fueron tantos, que los herejes se confabula'." ron contra ella y no perdonaron médio alguno para des– hacerse. de tan imprevisto predicador. Fué el principal de todos la eleccióil de una mala mujer, que públicamente la desafió a que probara la ·verdad de lo que predicaba. Inspirada en todo por el Señor, Rosa retó, a su vez, a su tentadora y ambas se presentaron en la plaza pú– blica para que el pueblo en masa juzgase de las obras de cada una. Tuvo lugar la prueba en el pueblecito de Vitor– quiano, aldea cercana a Viterbo. No es para dicha la gran animación y la multitud de curiosos que a la hora señalada llenaban la espaciosa plaza. La prueba que Rosa había dado a la mala mujer de que ella en todo obraba conforme a la voluntad de Dios, fué ésta : En

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