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SANTA ROSA DE VITERBO 131 reis fe como un grano de mostaza, diréis a un monte que se traslade de sitio y él os obedecerá)), había escu– chado la súplica de su pequeñ~ esposa. ¡ Los mendru– gos de pan se habían convertido en bellísimas y perfu– madas rosas ! Pero do.nde ,Rosa manifestó su gran caridad fué en la defensa del Papado contra las injustas opresiones del Imperio. La lucha .había llegado a su mayor encono. Federico II se acercó a las puertas de la Ciudad Eterna con un poderoso ejército y con palabras engañosas ofreció hipócritam:ente la paz al anciano Pontífice Gre– gario IX. Viterbo era, a la sazón, una de las ciudades i.talia– na& más adictas al Papado, por lo cual el Emperador. hizo todo lo .posible para ganar a sus moradores. La lucha entre ambos poderes se .desarrolló de una manera insidiosa. El anciano Pontífice, al verse engañado, lan– zó contra el Emperador la espada terrible de la excomu– nión. Pero el Emperador, despreciando esta última ad– vertencia del Vicario de Jesucristo, enfrentó sus huestes contra el Papa. Ambos ejércitos se encontraron en Vol– turno, quedando victoriosos los del Emperador. El Pon– tífice, al saber la enorme catástrofe, y para evitar nue– vos derramamientos de sangre, se avino a firmar un · tratado de reconciliación, que en la historia eclesiástica s.e conoce con el nombre de «Tratado de San Germano>),
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