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po ESTRELLAS EN EL CIELO ¡ Bien 1() sabían los pobres que, en verdadera peregri– nación, llegaban a casa de la bondadosa niña! ... Un día, su padre la reprendió dulcemente : --¡.$i tú supieses, hija mía, lo mucho que me cues– ta ganar el pan, no lo repartirías tú tan pródigamente! No te digo que no hagas limosnas, pero las obras de caridad, cuando yan e:n contra de la justícia, no pueden ser agradables a Dios. . -Padre-dijo Rosa-, no te apenes. El que &1 de comer a las. avecillas del cielo v viste a los lirios del ' ¡' ' ' .,; campo no nos abandonará~ El padre calló y los pobres siguieron llegando en verdaderas peregrinaciones a recibir de su pequeña bienhechora el pan de cada día. U.ria mafíana, cuando Rosa iba más contenta·con el. halda de su vestido repleta de mendrugos de pan, la encontró su padre, y pensando que, a juzgar por el enornie bulto, la generosa niña llevaba todo lo que ha– bía en casa, la detuvo y le preguntó : -¿ Qué llevas en el halda ? Rosa miró dulcemente el bulto que apretaba contra su seno y, con sencillez infantil, contestó: -No me riñas, padre; son rosas que llevo para dár– seli1s a los pobres. ·Y dejando suelto uno de los extremos del delantal cayeron al suelo una gran cantidad de rosas hermosas. y frescas, como si en aquel momento hubieran sido. cortadas del rosal. Era la estación del invierno. Los rosales del jardín estaban secos ; pero J es{1s, que había dicho : «Si tuvie-

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