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SANTA ROSA DE VITERBO 127 a que hay que someterse... Todas estas cosas brotaban de los labios de la Madre Abadesa con esa unción que saben poner en sus palabras las almas escogidas que llevan muchos años alejadas del mundo ... Rosa escuchaba ensimismada las palabras de la Ma– dre Abadesa, y creyó llegada la hora de satisfacer sus .. deseo~. Pero, cual no sería su decepción cuando oyó que la Madre le dijo sonriendo: -Cuando seas mayor te admitiremos en nuestra compañía ; pero ahora no puede ser ; lo prohibe nuestra regla. La Madre Abadesa se levantó, abrió la puerta del locutorio y dijo a la niña, que la miraba üistemente a través de dos gruesas lágrimas : ~Hija mía, vete a casa de tus padres y cuando seas mayor ya te avisaremos... Rosa traspuso el umbral y llegó a· convencerse de que aquel retiro de Santa María de las R.0&1,s no se ha– bía hecho para ella. Volvió a casa de sus padres y aquella misma noche, apte una iniag-en :de Jesús Crucificado, hizo esta pro-· mesa: «Señor, ya que el claustro de Santa María me ha negado su soledad, yo haré en mi casa una celda, en la qué llevaré vida de religiosa.ii Era la priniavera del año 1240. La Naturaleza bro– taba· una vez más con vida exuberante; las flores se a:dornaban con sus más vivos colores y perfúmaban el
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