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"MAs que una niña de siete años parecía Rosa una joven de madura edad. U na tarde llamó a las puertas del viejo convento benedictino de Santa María de las Rosas, con la emoción que es de suponer. Su mano, débil, tembló al tirar de la cuerda que hizo sonar la campana de la portería; pero una fuerza interior la obligaba a realizar aquel neto de heroismo. Pasaron unos momentos ... En el interior del corre– dor se oyeron pasos graves, acompasados... Luego, un chirriar de puertas; más tarde, una vuelta del torno y la hermana portera que, desde dentro, dijo suavemen– te: «Ave Maria.» Abrió la mirilla y, a través de ella, pudo ver que la que tan impacientemente llamaba era una niña de corta edad. Creyendo que se trataba de una travesura volvió a cerrar la mirilla y se retiró, ofrecien– ,do al Señor aquella molestia. Rosa, al verse de aquel modo incomprendida, vol– vió .a tirar de la cuerda con más fuerza y esperó que esta segunda vez la hermana sería más atenta que la vez primera.