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SJLVERIO DE ZOR 'f.TA -;.No digais a nadie que Yo soy el Mesías, pues sabed que el Hijo del hombre padecerá y será rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, los cu~es le matarán; pero después de tres días resucitará. Pedro, al oír estas palabras misteriosas, pensó: «¿ Qué será entonces del reino que nos acaba de anunciar?» Y se vió tan impotente para seguir adelante con ·la misión de jefe supremo de la Iglesia, que, acercándose a Jesús, le dijo en voz baja, pero insinuante : -;.Lejos esto de Ti, Señor. No será verdad. No; no pue– des Tú morir a manos de tus enemigos cuando tanta falta hace tu presencia y tu consejo. Tú no puedes morir cuan– do te necesito para comenzar .. a desenvolverme en mi nue, vo cargo... Si es necesario, no volveremos más a Jerusalén. Los príncipes de. los sacerdotes, los escribas y demás jefes del· pueblo se guardarán muy bien de pisar esta tierra de gentiles. ¿A qué, pues, ir a meternos en la boca del lobo •mando en esta región estamos libres de todo })eligro? Jesús no pudo aprobar llquel celo indiscreto del aipós– tol, y, encarándose con él, le dijo: -;.Apártate de Mí, porque no hablas según la pruden– cia de Dios, sino según la de los hombres. Pedro, al ver a su Maestro de aqt!ell'a manera, se aco– ~ardó y pidió humildemente perdón. -;.Maestro mío, perdóname; mi celo ha sido indiscre– to; me he dejado vencer del príncipe de las tinieblas, con– tra el que he debido luchar sin desmayo. Jesús le miró con una sonrisa de perdón, y tendiendo la vista a los demíís apóstoles, dijo en alta voz :

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