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86 S l LV E Rl O DE ZORITA .-¿Adónde cciremos'.l> sin ·Ti, Señor? ¿Qué vamos a ha– cer nosotros sin Ti? Tienes palabras de vida eterna. Las tienes actualmente en tús labios oomo un tesoi-o; las has tenido hace unos segundos, al decir que ·eres el Pan de vida, aúnque las hayan interpretado torcidamente los que no han tenido la suficiente fe y humildad pata oírlas. ¡ Nos– otros hemos creído que Tú eres el Santo de Dios! No sólo la :fe, con su oscuridad natural, nos enseña lo que Tú eres a través de esa aparente sencillez de tu cuerpo, sino que sabemos positivamente, tenemos la e~idencia, de que eres el Santo de Dios. ·Pedro estuvo inspirado. Su corazón fogoso quedó satie– fecho con tan solemne declaración. Su confesión fu.é ardorosa, sincera; tuvo la :virtud de animar a los demás. Jesús se sintió satisfecho entre ellos, pero una idea triste cruzó en momento por su alma : j J a idea del traidor! -¿No os he elegido yo a los doce y uno de vosotro~ es un demonio? Quedó :flotando en el aire la terrible• predicción. Pedro ính:ó fijamente a su Maestro, y pudo observar que sus ojos estaban cargados de tristeza.

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