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76 SJLVERIO DE ZOR'lTA le hinchaba. El pecho parecía iba a estall~r. Las •piernas– se retorcían convulsas... Ante este cuadro de horror, Jesús se compadeció y, al-– zando la voz, dijo a la legión de demonios que temblaban,, en el cuerpo del poseso. -.Id a los puercos. La frase de Jesús fué terrible. En el mismo momento" aquellos miles de animales sintieron en sus entrañas como. un· fuego que les abrasase. Sus gruñidos desesperantes lle-– naron el aire, y todos se lanzaron a las aguas del mar. Los apóstoles y los porqueros quedaron horrorizados. En el agua se :vió subir momentaneamente una inmensa espuma; poco después no se oyó ni se vió nada. '¡ El mar· se había tragado a los miles de cerdos y a sus diabólicos moradores.!) En cuanto al hombre que había alojado dentro ele su cuerpo aquel ejército de espfritus inmundos, quedó como– muerto. Sólo algunos :momentos después se vistió con algu– nas ropas que le prestaron los apóstoles. Cuando los habitantes de Gerasa llegaron a informarse· de lo ocurrido, .. vinieron a ver al hombre que había sido– endemoniado, y lo encontraron a los pies de Jesús. Asus•– tados por la muerte de los puercos, uno de ellos se acer– có a Jesús y, con voz apagada por el terror, le pidió que se marchase de aquella tierra. ·¡ Fué la primera vez q11e los milagros de Jesús produ– jeron efecto semejante! Pedro miró sorprendido al infe-– liz, que, después de haber visto aquellas maravillas, man– daba salir de su tierra al hombre más poderoso que hasta· entonces se había conocido. Estuvo ,por decirle algo, por echarle en cara su descortesía, pero Jesús se lo }>rohibió. Pedro y sus compañeros subieron inmediatamente a las-

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