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B A J O E L A N l L L O D E L P E S C A D O R 1?J:; Hubo un momento en que el agua que entraba era más que·· la desalojada, y comenzaron a perder la serenidad. ¡ Ellos,. los viejos pescadores, que tantas veces habían :visto tem•.. pestades en aquel mfamo lugar, temblaban aquella noche:!] Parecía que todos los :vientos de todos los montes se· habían reunido para formar aquella horrísona tempestad... Pedro, con los ojos abiertos, como un dese&perado, vió que· Jesús dormía. ¡ Aquellb era inaudito !· ¿Cómo no se des– pertaría con aquel ruido ensordecedor? Pedro temió por .Jesús. Tal vez no sabría nadar, y si naufragaban correría· peligro su. vida... Unos a otros se miraron aterrorizados, sin atreverse a pronunciar una sola palabra. La angustia mas te1·rible estaba retratada en sus rostros. ¿Le desspertal'Ían?' Pedro preguntó ansiosamente con la mirada a sus compa– ñeros... Juan insinuó que se le debía despertar. En aquel' momento, una ola inmensa entró en la barca y mojó la tú– nica de Jesús... Fué el momento opo1·tuno para despertar– le. Todos gritaron a una: -Señor, sálvanos, que perecemos. Maestro, Maestror. que perecemos. Jesús desl_)ertó. Al ver el agua en la barca y a los dis– cípulos sudorosos y llenos de miedo, se puso de ))ie y gri--– tó al mar: -Cállate, enmudece. El mar, como un chiquillo, obedeció. Las olas se cal-– '.maron inmediatamente y reinó una calma completa. Jesús, cuando les vió un poco tranquilos, los reprendió·• dulcemente: -Hombres de poca fe, ¿por qué habéis temblado de· esa manera? ¿ No sabéis que yo soy el Señor del cielo y del mar? Pedro y sus compañeros estaban sobrecogido~ de estu~-

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