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B A J O .E L A N I L L O D E L P E S C A D O R 69 una sola ambición : la de cumplir al pie de la letra las palabras que acababan de oír al Maestro. El fruto de la excursión foé extraordinario. A su man• dato huían los demonios de los cuerpos de los posesos, y las enfermedades más. rebeldes desaparecí~n al contacto de sus manos. Su alegría no podía ser mayor. (¡El reino me– siánico hafüa sido establecido, y ellos, los rudos pescado– res de Galilea, eran los felices emisarios de tan suspirado reino! Pedro se sentía orgulloso pon la distinción que Jesús le había mostrado. Ahora se explicaba el porqué del nombre de Pedro, con el que Jesús le había llamado cuando le vió por primera vez en Cafamaún... No había lugar a duda:. él era el primer general del ejército mesiánico, el responsable principal de las grandes batallas que se iban a librar entre el pueblo de Dios, 1·epresentado por ellos, y los enemigos de Yahvé, personificados en los gentiles. La idea de la lucha le atemorizó un ípoco. Su oficio de pescador era el más opuesto al fragor y al ruido de las ar– mas. Pero cada vez que en su interior surgía este miedo ,al fracaso, venían a su memoda los ejemplos de los gran• des caudillos de Israel y, sohl'e todo, las palabras tel'm1- nantes de su Maestro. La primera jornada foé, en vei·dad, un éxito arrollador. -Hasta los demonios nos ohedecen'---,volvieron diciendo los discípulos, completamente enardecidos... Jesús les oía y callaba. ¡ Aquel día foé el principio del triunfo mesiánico'!'

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