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64 SILVERIO DE ZORl_TA -¿Será, acaso, Jesús el Mesías? -¿ Te interesa que lo sea?-preguntó Si:món. -Mucho-contestó Judas-. Tú sabes que me ha nomb1·a- do depositario de las limosnas que le hacen; y si fuese el Mesías, tal .vez m.e tendría destinado para ser administrador de los tesoros de su reino. -Me gusta tu reflexión--'repuso Andrés-, 1 pero no sé si sabrás tú que mi hermano Simón será el primer ministro en ese reino. El nombre de Pedro yo creo que no se lo habrá puesto al acaso. -;.Que tu hermano Simón sea o no primer ministro, no me preocupa grandemente-repuso Judas, acariciando con avidez las pocas monedas que llevaba en la bolsa~; de to– dos modos, te felicito, pues si tu hermano llega a ser primer ministro, a buen seguro que tú serías su secretario. Todos rieron la ocurrencia de Judas. Siguieron caminando todavía por un largo rato, hablan– do cada uno a su manera acerca del reino mesiánko. Todos hablaban de él con entusiasmo, pero entre todos sobresalían por su exaltación en las palabras Simón y Judas Iscariote. El primero, esperando la definitiva restauración del reino de David, y el segundo, soñando en las fabulosas riquezas que habían de pasar por sus manos... Muy entrada la noche, llegaron a Cafarnaún. Antes de se– pararse, Simón les dió esta consigna : -;.Mañana, antes de que salga el sol; debemos estar todos al lado del Maestro. Simón, Andrés, Juan y Jacoho fueron juntos; los demás, cada uno a casa de amigos o conocidos. Al llegar fren!e a Ja casa de Simón, éste invitó a los hijos de Zebedeo a pasar con él· 1a noche. -De ninguna manera'-'-repuso Juan-; ya sabes lo recto
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