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60 SJLVERIO DE ZORITA habían conseguido, y ahora, en pleno día, bajo un sol abra– sador, la pesca era tau extraordinaria que las dos harcas no eran capaces de contenerla. Simón, con los ojos llenos de lágrimas, se puso a los pies de Jesús como un niño, y, con la sinceridad en él característica, le dijo : ..:....;Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador. Jesús miró a Simón con dulzura y, levantándole, le dijo: -No temas; en adelante vas a ser pescador de hombres. Simón estaba sobrecogido de temor. Aquel milagro de la pesca le había impresionado más que ninguno. ¡ No en vano era ,pescador de oficio y conocía perfectamente los se• cretos del mar! ... Su instinto de pescador le hizo apreciar el milagro en todo su valor... Ya no lo pensó más; amarró la harca y siguió a Jesús. Sus compañeros hicieron lo mismo. En el puerto quedaron las barcas meciéndose suavemente al compás de las olas; Simón y sus compañeros, en un acto de generosidad, siguieron definitivamente a Jesús. ¿Cómo no dejarlo todo, si Jesús tenía en sus manos todas las cosas? El que había podido .curar instantaneamente unas malignas calenturas; el que había perdonado los pecados y dado movilidad a los miembros del paralítico; el que tenía en sus manos los secretos inescrutables del mar, ¿,no podría darles a ellos lo necesario para la vida? Simón fué a su casa y se lo dijo a su mujer. Esta se pos– tró a sus pies llorando y trató de convencerle que era una temeridad dejarlo todo; pero, al fin, convencida de que no había remedio para Ja determinación tomada, se ofreció a seguirle. '---',Mujer-le dijo Simón-, ahora no conviene; día ven– drá en que me seguirás tú y nuestra hija Petronila.
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