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56 SJLVERJO DE ZORITA Profeta.de Nazaret. ¡ Bueno era Herodes para permitir se– mejantes a]horotos, él, que había e.ncerrado al «Bautista>), más austero y más inofensivo que Jesús ! Estos y parecidos comentarios se hacían entre la gente, y en las calles y en las plazas de Cafarnaún no se hablaba de otra cosa. -Simón-decían algunos-ha arrastrado a sus cpmpa– ñeros, llevado sólo de su carácter impetuoso e irreflexivo. --,.El es quien más pierde-añadían otros, con esa con– miseración que suelen 1 poner los criticones en sus pala– hi·as-; se ve que está cansado del duro trabajo del mar, y ha querido probar fortuna en esas extravagancias. Pero un buen día corrió la voz en Cafarnaún de que Jesús y sus discípulos habían :vuelto. La multitud, crédula y ansiosa de novedades, acudió de nuevo a la casa de Si– món, y tanta :fué la concurrenc:Ía, que. ni en el patio se cabía. Simón se sintió orgulloso del éxito alcanzado por su lWaestro, éxito que redundaba también en beneficio suyo. Jesús conmovido ante aquella multitud sencilla y ansiosa de oír su '.[)alabra, comenzó a• predicar. ¡ Qué cosas tan ex– traordiarias, tan nunca oídas, salieron de los labios del Maestro! ... Pero la tranquilidad no duró mucho tiempo. éuanclo más entusiasmados estaban orador y oyentes, vleron que unos desconocidos levantaban unas losas del terrado y por la abertura descolgaban a un enfermo paralitico y lo colo– cahan precisamente a los pies de Jesús. Simón no pudo menos de hacer un gesto de disgusto al ver el boquete

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