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BAJO EL ANILLO DEL PESCADOR Una verdadera Tiada de enfermos y de endernoniados llenaba el patio. ¡ Jesús les curó a todos! Terminada la recepción, los favorecidos comenzaron a desfilar por las oscuras y tortuosas callejuelas, alabando a Dios, que había dado tal poder a aquel hombre. Aquella noche Jesús cenó y durmió en casa de Simón. ¡ Qué orgullo para éste tener bajo su mismo techo al gran Taumaturgo'! ... *** Sobre el cielo claro de Palestina, tachonado de estre– llas, la luna esparcía su luz pálida. Después de cenar, An– drés sacó la conversación de su oficio. -;.Buena noche p~ra pescar-dijo-; creo que debemos aprovecharla. -e-Id vosotros-añadió Jesús-; yo no puedo ~coi:npa• ñaros. El día había sido de grandes emociones, y, sin abrir los labios, Simón, Andrés, Juan y Jacoho llegaron a la playa. Simón fué el primero que saltó a la harca, empuñó los remos. y comenzó a hogar. El silencio em imipresio• nante. Sólo se oía el ruido de los I'emos al hender el agua y él quejido de algán ave nocturna. Como de costumbre, trabajaron mucho; pero su traba– jo se vió coronado con una abundante pesca. Amaneció el nuevo día, y, apenas el .cielo se comenzó a teñir de rosa, Simón y sus compañeros volvieron a casa muy contentos, más que por la enorme pesca recogida, poi· poder ver de nuevo al Maestro. · Pero su desilusión fué enorme. ¡ J es11s había desa 1 pare– cido ! Simón, 1n-eocupado, salió en husea de él. Lo 'mismo
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