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XVII LEGARON al huerto de Getsemaní. Una puerta rústica de palos entrelazados daba acceso al interior. Pedro se adelantó, abrió la puerta y dejó paso a Jesús, que entró el 1primero. Detrás lo hicieron los apóstoles. Todos hablaban en :voz baja. Un misterio para ellos descono– cido e inexplicable les impedía levantar la :voz aquella no– che. Se juntaron bajo un olivo añoso y se miraron mutua– mente a la luz de la luna. En todos se advinaba una ;inmen– sa. tristeza. Jesús les invitó a que se quedasen allí. -Sentaos aquí-les dijo-, mientras yo me retiro a orar. Era muy frecuente esto en Jesús. Cuando :veía a sus após– toles cansados, Él mismo les buscaba cobijo y les invitaba a descansar mientras Él se dedicaba a la oración. Aquella noche Jesús temió quedarse solo, y llevó consigo a sus tres apóstoles predilectos: Pedro, Santiago y Juan. Una :vez adentrados en la espesura del huerto, les dijo : -Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y :velad conmigo. Dicho esto, se se))aró de ellos con el paso trémulo, como oprimido por un peso enorme; Pedro, Santiago y Juan se quedaron mirándolo hasta que desapareció. Al poco tiem– po sintieron el golpe del cuerpo de Jesús al caer rendid<>

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