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B A J. O E L A N I L L O D E L P. E S C A D O R 133 sacerdotes y de los ancianos del pueblo en nombre del Sane– drín. Jesús les miró a la luz temblorosa de las teas y les dijo con la mayor serenidad : -¿Como contra un ladrón habéis venido con espadas y garrotes? Estando Yo todos los días con vosotros en el tem– plo, no habéis puesto las manos en Mí; pero ésta es vues tra hora y el poder de las tinieblas. Los apóstoles, al ver que Jesús así se entregaba, sin ha– cer el menor esfuerzo por defenderse, perdieron totalmente la serenidad. Todas sus ilusiones respecto al reino mesíánico desaparecieron en un momento. Cada uno se escapó por donde pudo, aprovechando la confusión y la oscuridad. Los esbirros se crecieron a sí mismos con aquel triunfo. Entre gritos de alegría y palabras soeces, tomaron una de las veredas más cortas para llegar cuanto antes a la Ciudad. Al pasar 1 por un molino, cerca del huerto de fos Olivos, un joven, desvelado por los gritos y las :voces, a hora tan in– tempestiva, salió envuelto en una sábana a ver qué ocurría. En mala hora lo hizo. Le tomaron por uno de fos discípu– los de Jes11s y le echaron mano para llevarlo también preso. El, al verse de aquella forma sujeto, soltó la sábana y co– rríó a refugiarse en el molino.

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