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144 SILVERIO DE ZORITA Señor, que fué siempre tan bueno, lo será una vez mas eon nosotras., Cuando llegaron al huerto se encontraron con María Magdalena, que volvía al cenáculo. -¿ Qué te pasa, mujer?-'-preguntóle Juana. :,__;.Han quitado al Señor del sepulcro, y no sé dónde le han puesto. Las otras mujeres, no dando crédito a Magdalena, se acercaron al sepulcro y :vieron ser cierto lo que su com– pañera les decía. El cuei'))o del Maestro había desapare– ddo ... Allí estaba la losa separada y los s€'1llos rotos, y lo que aumentó más su preocupación fué que, sentados so– bre la piedra, :vieron a dos hombres jóvenes :vestidos con túnicas blanquísimas y resplandecientes, que les dijeron : · -'-No tengáis miedo; sabemos que buscáis a Jesús Na– zareno, el que fué crucificado. No está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. Acordaos de lo que os dijo estando aún en Galilea : Es menester que el Hijo del Hombre sea en– h·egado en manos de los pecadores y que sea crucificado y resucite al tercer día. Mas id y decid a sus discípulos y a Pedro que os rprecederá en Galilea. Allí le veréis como os dijo. Mientras _sucedía esto, María Magdalena había llegado al cenáculo. Llamó apresuradamente y, como suele suce– der a las mU:jeres cuando estan dominadas po;r un gran do– lor, comenzó a dar gritos diciendo, : · -Han quitado al Señor del sepulcro y no sabemos dón– de le han púesto. Magdalena hablaba en_ nombre de ella y de las otras mujeres con quienes se había encontrado en el camino. Más impresionante y más amante que las otra_s mujeres, bajó ~orriendo a contar lo sucedido. Pedro, al oírla, quedó
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