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B A J O E L A N I L L O D E L P. E S C A D O R 155 Por segunda vez, pues, Jesús preguntó a Pedro : -Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Aquella pregunta, hecha .por segunda :vez y en los mis– mos términos, ent;risteció al apóstol. ~«No es extraño-pensaba-que el Maestro no me crea Pedro llevaba sus tres negaciones clavadas en el alma como tres dardos; por eso aquella segunda pregunta de Je• sús le causó la mayor de las torturas. -«No es extraño---'pensaba-.:que el Maestro no me crea a la primera vez, habiéndole negado yo tres veces.» Con mayor humildad y no con menor modestia, con- testó:· '----'Sí, Señor; Tú sabes que te amo. -A 1 pacienta mis corderos. -Veía Jesús el corazón de Pedro, todo fer:vor y since- ridad; pero quería probarle. Por tercera :vez le pregunto :l -Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro, al oír esta tercera pregunta, se puso triste. No era para menos. La noche del jueves, en el patio de Caí• fás, había sido muy dura... ¿ Sería verdad que el Señor había perdido en él toda confianza? Su corazón le decía que amaba a Jesús, ·pero, después de lo ocurrido, descon– fiaba de sí mismo. Y lo fió todo a la sabiduría de Jesús. --.-Señor-le dijo~, Tú sabes todas las cosas. Tú sabes que te amo. -Apacienta mis ovejas-terminó diciendo Jesús. Pedro había horrado definitivamente, con sus tres afir– maciones, las tres negaciones de la noche del jueves, hi– jas, más que de la malicia, de debilidad. El premio de su triple confesión no se hizo esperar : fué nada menos que la cruz.
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