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98 SILVERIO DE ZORITA ta. Paso en aquel momento por allí un nmo, llamóle .Je– sús, le colocó sobre las rodillas, le estrechó contra su co– razón y, •poniéndole en medio de los apóstoles, que admi– rados contemplaban la escena, les dijo : -En verdad os digo que si no os hiciei·eis como este niño, no entraréis en el reino de los· cielos, pnes el que. se humilla hasta hacerse como un niño de éstos, será el más grande en el reino de los cielos. Los apóstoles quedaron en silencio. La mirada inocente del niñ_o y las palabras del Maestro habían deshecho en un momento sus más '.(>eregrinas ilusiones acerca del reino me– sianico.. , . ' \ Cada vez comprendían menos su naturaleza. Ahora n~- s~1ltaba que los verdaderos ciudadanos iban a ser los. nhios, y no ell9s. ¡ Ellos ser. pospuestos a aquellos niños sucios y cle~harrapados que poblaban las calles y atronaban el air~ con. sus gritos! ¡ Cada :vez enten1Han menos al Maestro! J •• ,, ' En e} .monte de la transfiguracióp, {lll medio d_e la glor!a más sublime que había disfrutado su cuerpo, Jesús hahía hablado de su muerte; ahora, ~u~ndo el reino mesiánico e·staha a pun~o de inaugurarse, resultaba que ell'os, los ele– gidos·, los seleccionados, iban a s·er su;;.tituídos :ror una tm·– ba ele niños ,que no pensáha más qu,e. en jugar y d,ivertir– se. Verdaderamente, que, ~ Jesús les hablaba: en enigma, o e11os eran demasiado tOJ 1 pes para entender sus palabra~. Después de. esta. lección sobre la humildad, Jesús les ha~ bló sobre el p-erdpn de las injurias. Pedro escuchaba a .Jesús· embebecido, y, sos)?echandn

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