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DULCÍSIMA. HERIDA. Está la Santa avilesa en su celda recogida, arrobada y encendida del Esposo en el amor. Mas la estancia silenciosa se ilumina de repente por la luz resplandeciente, que penetra en su interior. Un querube se le acerca de tan apuesta figura que, abismada en su hermosura, se siente desfallecer. Un dardo de fino oro en sus manos ostentaba, en cuya punta mostraba fuego vívido tener. Teresa, entonces al verle, desfallecida de amores,
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