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salvaguarde la cultura indígena, y al mismo tiempo no la margine y aisle dentro del país; etc. Se está en búsqueda de estrategias que ayuden a encamrnar con realismo y con acierto estos problemas e impases. Solo en una sociedad donde se respete la diferencia y al dife– rente, al otro, tendrá cabida el indígena. Tenemos que solidarizarnos con éste y luchar por transformar las estructuras de nuestra sociedad occidental, en orden a establecer ese modelo diferente de sociedad más humanizadora y socializadora. De ahí que solo una iglesia que se ponga a favor de la vida y del diferente podrá arrogarse el derecho de ser la iglesia de Jesús, y de hablar en su nombre. La iglesia, a través de su acción m1S1onera entre los ame– rindígenas, fue -sobre todo al comienzo de la dominación de los países europeos (ss. XV-XVIII)- un medio al servicio de la política expansio– nista, colonizadora y dominadora de dichos países. No faltaron dentro ·de la misma iglesia quienes pronto tomaron conciencia de que había que separar los fines políticos y los objetivos misionales, y se convirtie– ron en defensores (una minoría) de los indígenas, levantando su voz contra las injusticias. 33 Siendo más importante el presente y el futuro que el pasado, la iglesia latinoamericana actual -sin ocultar sus errores históricos- quiere beber de su propio pozo evangélico y de sus padres en la fe, revitalizando así es fuerza profética en defensa del indígena que estaba olvidada. originales, o en el peor de los casos, que no sean barridas de la noche a la mañana". A. SETIEN, El pueblo Bar{ y otros pueblos indígenas, en Venezuela Misionera 492 (1980) 234-235. 33 Cf. E. DUSSEL, Historia de la Iglesia en América Latina, USTA, Bogotá 1978, 95. 73

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