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CARTA CCIV, 1 ENERO 1921 229 Dios, lo que me aconseja en su grata de ayer respecto de ofrecer a la Tri– nidad el Verbo Humanado, etc., pues a la una de la mañana, en la presencia de Dios Uno y Trino, vino, como de costumbre, o se impuso a mi alma el Verbo Encarnado en todos y cada uno de los misterios y episodios de su vida, su sangre, méritos, divina oración, lágrimas, pensamientos, afectos, sen– timientos y aspiraciones de su vida gloriosa, sacramental y paciente o mor~ tal, para avalorar mis pobres plegarias, ofrecimientos, etc., y ayudarme a glorificar al Padre Celestial. He pasado una noche feliz, y de especial con– suelo por la favorable acogida que me han dispensado mis soberanos Amo• res Jesús y Ma~ía, y por la identificación de mi vida con su vida y opera– ciones, etc., que es toda mi esperanza y garantía. A propósito de esto, ¡si viera, Padre mío, de qué modo o en qué forma tan divina me asiste el Verbo Encarnado, mi Dios Humanado, en el santua– rio íntimo o en el fondo del alma todas las veces que me recojo y me fijo o actúo en el Ser divino! Y se impone siempre a mi alma como modelo y mediador para enseñarme y prestar valor a mis pobres actos con sus méritos y divinos misterios. En el momento en que me presento a mi Dios Uno y Trino se deja ver la deífica Humanidad en forma bellísima en la plenitud de la edad, mejor dicho, como de 30 años, parecido a un cuerpo de fuego, pero distinto del fuego natural. Revela la excelencia, majestad y mérito infinitos que le conc1:1de la unión personal con el Verbo; y al mismo tiempo que me deja ver y sentir su Majestad y Santidad infinitas, aparece como anonadado y postrado en el acatamiento de la Persona divina que lo sostiene, y del Pa– dre, o sea de la Augusta Trinidad, a quien tributa gloria y alabanzas divi– nísimas, como dice V. R. en su grata de ayer. Así que lo primero que hago es identificarme con mi Dios Humanado, revestirme de sus virtudes, méri– tos, etc., para adorar a mi Dios Uno y Trino. Aunque de otro modo, y como quien viene de fuera para ayudarme, pro– tegerme, etc., y gravitar el peso de la balanza divina con su feliz mediación, se impone a mi alma la presencia de la Santísima Virgen un poco retirada y velada y después de su divino Hijo, excepto los casos en que da la inicia– tiva para las alabanzas divinas o se presenta como modelo en la forma que le dije en mi anterior lo había hecho el 17 de diciembre, y se ha repetido des• pués varias veces. Asimismo, la tercera Persona de la Trinidad me asiste, protégeme y ayu– da y me merece las comunicaciones divinas en forma parecida a la deífica Humanidad de Cristo, como si el Espíritu Santo fuese mío o un tesoro divi-
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