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CARTA CCII, 22 DICIEMBRE 1920 223 al Verbo mejor en la esencia divina, en el seno del Padre, que si lo tuviera en sí misma. Lo único que he hecho y repito y no puedo menos, es requerir al Padre para que lo extienda a mi alma y se refleje en mí y haga de mí la extensión de su Verbo, y que en mi seno repercuta perpetuamente esta Pa– labra divina; pero robarle, eso no. Teniéndolo en Dios Padre, es mío; así lo siento y experimento cada vez mejor. 7.-Ya he dicho que la Luz divina se impone a mi alma ardiente, o sea que comprende la Procesión, al Espíritu Santo. A esta Persona divina tengo alguna mayor facilidad para robar y apropiármela, pero sin perjuicio de su gloria, y sin que abandone el seno de la divinidad. ·Pero no sé qué es que mi alma percibe su influjo divino como fuera del Padre y del Verbo, como si existiera algún espacio o lugar determinado en el seno de Dios, donde el Espíritu Santo subsiste y es como producido o exhalado y se comunica al alma, que vive en sociedad con la primera y segunda Persona de la Trini– dad. De aquí la diferencia que existe en los requerimientos que hago al Pa– dre, cuando pido que me comunique su Verbo y su Espíritu; pues a Este pido que me lo dé, y al Hijo que lo extienda a mi alma, y entiendo que así se cumple. Todo 'esto lo practico en mi interior, donde mejor hallo a mi Dios. 3.-Estos días procuro acompañar en espíritu a la Sagrada Familia en sus jornadas de Belén, asociarme a los sentimientos de la Santísima Virgen y del Verbo Encarnado en su seno en los días que precedieron al santo Na– cimiento. Aunque me detengo poco en esto, me ayuda y merece las comuni– caciones de Dios Padre, en cuyo acatamiento siento siempre la necesidad del socorro de los méritos de mi Dios Humanado, la intercesión de su Madre y la protección. y ;valor que presta a mi alma el Espíritu Santo, cuyo triple so– corro invoco con energía creciente y viva fe y confianza, mejor dicho, con dichosa experiencia de la respuesta del Paracleto y Mediador divinos y de la protección que me dispensa la Señora. 9.-También invoco a los Angeles y Santos, especialmente a los de mi devoción, si demando favores o pretendo tributar a Dios obsequios especia– les, y a mi Padre para que me conforte y ayude y pronuncie la última pala– bra de la misión que mi Dios le ha confiado respecto de mi alma, pues ya sabe que a los oficios de Padre y Conductor tiene que agregar el de Moisés y todos los que ejerce mi Dios Humanado, mejor dicho, ejercen las tres di– vinas Personas. Si le pesa mucho la carga, implore el socorro divino que

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