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e e I 4 diciembre 1920. :SUMARI0.-1. Retorna la paz.-2. El Verbo la atrae con fuerza soberana.-3. Se adhiere a la dirección.-4. ¡Todo lo veía negro! Misericordias Domini in aeternum cantaba M. R. P. Mariano de Vega. Mi venerado y amadísimo Padre de mi alma: Le saluda respetuosamente su hija pecadora quB postrada a los pies de V. R. besa su santa mano y espera su paternal bendición. 1.-Para su tranquilidad, unas líneas, pues no estoy en disposición de es– cribir mucho. El día que escribí mi anterior, todo el día me vi bajo la mirada paternal a la vez que acusadora de V. R. que me hizo ver estaba perdiendo un tiempo precioso asintiendo a la influencia que trabajaba mi alma en contra de la acción divina identificada con la dirección, y que si en un principio fuí inculpable en dejarme llevar de mis recuerdos tétricos, ya no lo era y sería más culpable todavía si continuaba en aquella disposición. Determiné desechar las suges– tiones, resignarme y volver a colocarme en mi centro, y lo procuré inmediata– mente, después de terminar de escribir la citada carta. Creo era el 1 de di– ciembre. Encontré alguna dificultad para ver a mi Dios por haberse entene– brecido mi alma y como cegado o embotado. No me desanimé por esto. Re· petí la oración de las cuatro cartas primeras con mayor fervor, si cabe, que la vez primera, y mi Dios misericordiosísimo me favoreció con gracia abun– dante, quien se mostró como Dios de luz a la vez que Dios de Am~r para que viera mejor mis tinieblas. Y en este concepto, o sea de tiniebla fría, fétida y ddorme, procuré adherirme a El para ser iluminada, purificada, reformada, etc. Así lo hice mientras repetía la oración de dichas cartas, que me reportó mucho bien. Mi Dios querido creo que me ha perdonado, por lo menos me ha dado
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