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CARTA ce, 1 DICIEMBRE 1920 215 muy disipada, sin recogimiento ni devoción. Así fuí a comulgar y por añadí- · dura, llevada de mis ideas de abandonar la causa de las almas, vivir vida eremítica y qué sé yo cuántas cosas más. A pesar de todo, cuando recibí a mi Dios Humanado en mi pecho, me adherí a El, y Jesús, siempre bueno, tuvo la grande misericordia de recogerme, de elevar mi espíritu imponién– dose a mi alma como Inefable en forma parecida a la de ayer. Cosa divinísi• ma, inexplicable, pero sin que precediera la visión o sentimiento de la Trini– dad, aunque lo comprendía todo. No recuerdo el tiempo que duró este senti– miento, pero hacia las ocho y media de la mañana volví a mís procesiones, y desde entonces apenas he podido hacer nada. Cierto que el doble misterio (Trinidad y Encarnación) me persigue, me llama y me espera; pero yo no res– pondo, no me abismo, ni siquiera me acerco a mi Dios. Hay en mi alma un no sé qué que se niega a orar las cartas que me ha escrito desde el 24, o sea desde la 15, sin embargo de llamarme muchísimo los a¡mntos, incluso la expo• sición del Salmo XLIV, en cuyas cartas parecióme ayer-en Misa Mayor-me espera mi Dios y que por esto el diablo me incapacita para orarlas y me ins. pira la aversión que siento. Figúrese, Padre mío, cómo estará mi alma y mi resistencia o tentación contra dichas cartas, que ni siquiera he cumplido nin– guna de las penitencias que contienen (fuera de los actos de amor por los Reyes), sin embargo de gustarme y llamarme muchísimo y de responder perfectamente a mi vocación .;¡· aspiraciones. A V. R. toca descubrir el motivo de tan ex~raño fenómeno, al duende que me trabaja y lucha contra la acción de Dios y de mi Padre, que son idénticos. 5.-No hago más que r\'lpetir confesiones y crear dificultades, para el generoso perdón, con mis dudas y reflexiones sobre la propia conciencia, o sea el estado de ésta que dudo haya sido bueno nunca, sino que mi vida es un abismo incomprensible, un desorden completo, y mis confesiones y abso– luciones recibidas ineficaces todas, pues no aniquilaron mis pecados a pesar de haber hecho. lo que estaba de mi parte, que soy incapaz de hacer· una buena confesión, y quisiera solicitar el perdón de mis pecados de la Santa Sede, como incapaz de hacer una buena confesión, pues condenarme no quiero, Bendiga a su humilde hija, que besa sus pies y manos, Sor Angeles.
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