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CXCVIII 28 noviembre 1920. SuMARio.-J. La soledad es mi centro.-2. El trato con las criaturas.-3. El apostolado de las obras.-4. Mi alma no está en su centro. Tuya soy, sálvame por amor de ti mismo, Dios mío, Misericordia mía. Madre de Dios, ruega por mí. Mi venerado y amadísimo Padre: Le saluda respetuosamente su hija pecadora y postrada a los pies de V. R. besa su santa mano y espero su pa– ternal bendición. 1.-Perdone si le molesto, pero me conviene un desahogo. Mi alma se re– siste a orar las tres cartas últimas, excepto el pliego segundo de la de ayer y las penitencias que me impone en la del 26 y 25. Mi corazón está muy tra– bajado por el sufrimiento y no puedo pensar ni en la posibilidad de volver al apostolado de las obras bajo cualquier forma que se me imponga, sin per– der la paz y silencio interior. Tengo sentimiento de haber dado palabra a la M. Vicaria de no hacer diligencia por salir o dejar el cargo, pues quiero renunciar éste y sepultarme en la soledad, que es mi centro. Quiero desapa– recer de la comunidad, y no hay poder humano ni angélico que me haga amar el comercio humano, aunque sea con almas santas y para bien suyo (que esto no sería, pues me conozco un poquito), pues es tal la aversión que tengo a todo trato y comunicación con los mortales, que es de todo punto imposible re– signarme. 2.~Le digo con sinceridad, Padre mío, que nunca ha estado mi cora– zón tan frío y muerto para amar e interesarse por las almas como lo está en estos dos o tres años últimos, ni tan lejos de las religiosas aun las más defe– rentes. Ya el año 1917, en la renovación de las confesiones que hice con el P. Alfonso, me acusé de la frialdad e indiferencia con que miraba a las

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