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202 CORRESPONDENCIA DE LA M, ANGELES CON EL P, MARIANO Después de media tarde se inició una pena, tristeza y abatimiento pro– fundos, especie de desamparo divino o pena de daño, pero sin la disipación anterior ni protestas. Acepté el sufrimiento y me ofrecí a padecer toda la vida, si conviene a la gloria de Dios. Algún consuelo o alivio recibí con una presencia de Dios más íntima, real e intensa que empecé a sentir; pero no es de regalo, al contrario, como una grandeza divina enlutada que se parece o me recuerda la _breve aparición del atributo de la justicia en el seno de Dios que aprendí el 26 ó 27 de junio (2). ¡Cosa rara! Sin embargo de reconocerme merecedora de sentir todo el peso de la severidad de Dios y experimentar una aniquilación mayor que otras veces, ni ayer ni hoy he derramado una sola lágrima, ni un gemido, ni un suspiro, mientras que los días anteriores he perdido muchos grados de vista de tanto llorar, y los gemidos han agotado mis fuerzas físicas. Mi alma, pues, ni canta, ni llora, ni gime, ni suspira; sin duda se ha muerto, pues ni siquiera desea nada fuera de la muerte física, única cosa que anhela llegue pronto, si puede ser antes que se termine el retiro para no te– ner que volver a hablar con las religiosas, ni usar de los sentidos para nada y menos para escribir, esto es el principal caballo de batalla. Pienso si contribuirá el estado físico, o sea la extrema debilidad del cuer– po, pues es cierto que me siento sumamente rendida, como los agonizantes que no pueden mov<é)rse sin grande violencia y trabajo. Parece que me falta la vida, o el jugo, lo que sea, y (siento) una cosa en la garganta que me ahoga, que me figuro será debilidad. Así que no puedo hacer vida del cuerpo, y si es necesario el concurso de éste, tal vez .contribuya su ·aniquilamiento al es• tado del alma que no puede hacer cosa de provecho, aunque lo procuro. Hoy al mediodía he pedido que me den chocolate para tomarlo, además del cuar– tillo de leche que tomo, por supuesto que sorbido, pues de comer no hay que contar ya con mi borrico, que no está para ello. Por la "noche to~ maré lo mismo y por la mañana una taza de café a ver si me da un poco de vida, a no ser que V. R. quiera que me abandone para que llegue pronto a mi centro, a la perfecta asimilación de mi Dios en la visión beatífica. El purgatoria no lo temo, temo más las cruces que pueden sobrevenirme si vivo, mejor dicho, temo una cruz y el comercio necesario con las religiosas, al que tengo sumo odio. Hace tiempo que prefiero el purgatorio a las tribulaciones in– fernales que he padecido en esta vida, aunque comprendo que todo ello no (2) Más arriba, pág. 29.

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