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CARTA CXCVI, 25 NOVIEMIIRE 1920 199 presencia de mi Dios. Mi deseo de ser sincera a mi Padre y fiel a la santísima, justísima y adorabilísima voluntad de mi Dios, me obliga a sobreponerme 'al natural temor para hacerle estas manifestaciones; Pero V. R., Padre mío, no haga caso de mis aprensiones, inspírese en Dios, pues tiene intuiciones muy conformes con los designios de Dios, ·relacionados con la santificación de esta pobre hija, que le pertenece enteramente y lo espera todo de su Padi·e y su Dios visible. Vale. 10.-Creo que me conviene-y hasta es necesario-que me dispense de todo rezo vocal que no es de obligación, pues hace muchos añós que por querer conformarme en esto con la comunidad pierdo lo uno y lo otro. Me explicaré: Mis relaciones sobrenaturales todas, absolutamente todas, se consuman bajo la mirada y protección de mi Madre y Reina divina, a quien me uno e invoco con frecuencia, y rara vez se pasa el día sin que dirija una mirada a su historia íntima, o sea a las relaciones establecidas entre Dios Uno y Trino y la Señora en el período anterior a la Encarnación y a las que la unieron después al Verbo Encarnado, cuyas relaciones procuro compartir, y en este concepto me dirijo a las divinas Personas. Incluso para arrepentirme de mis culpas invoco en mi socorro el horror y aborrecimiento a la culpa, dolor de los agravios divinos, etc., que tuvo la Señora en su vida mortal y sentiría ac– tualmente, si fuese capaz de padecer y se traspasase a su inmaculada alma mi conciencia criminal, dado el intenso amor que le profesa a Dios, etc. Tod.o, todo lo ejecuto en María, con María y por María, en Jesús y con Jesús; sin embargo, no puedo rezar la Corona Seráfica ni otro rezo con atención, y si me empeño en atender, no lo consigo; lo que saco es distraerme, perder la contemplación u ocupación interior que tenía y sin conseguir mi preten– sión, pues no sólo re.za distraída, sino que se me pasan a veces varias Ave– marías, Padrenuestros; etc., sin rezar ni darme cuenta. Lo propio níe acontece en las pocas devocionnes que se practican diariamente, en las oraciones de disciplina y bendición de la mesa en refectorio. Si alguna vez estoy para ello y fijo la atención, lo rezo con devoción extraordinaria y elevación de la mente a Dios, pero es rarísimo el día que lo hago. Las lecturas del coro y refectorio también me molestan, pero como no hay obligación de atender, me pongo en oración y lo consigo con facilidad, especialmente en el refectorio. Hace muchos años que me. perjudica esto, y creo que me perjudica el em– peñarme en seguir a la comunidad, pues sufro y no consigo lo que pretendo, al contrario, pierdo la contemplación y me disipo. El viacrucis quisiera prac-

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