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CARTA CXCIV, 14 NOVIEMBRE 1920 189 Quise adquirir el perfecto equilibrio; pero me faltó valor para aceptar la pesada cruz que me persigue, si algún día llega a imponerse a mi pobre alma. Me quedé, pues, vacilante, repitiendo: la aceptaré, previo un milagro que me haga clara y evidente la voluntad de Dios, en cuyo caso la llevaré, aunque no reciba otra recompensa que un infierno o purgatorio resignado, pues amo la voluntad de mi Dios infinitamente más que mi vida, mi santifi: cación y felicidad etema y temporal. 3.-Escrito lo que antecede, me senté en el suelo (en la celda no acos– tumbro nunca a sentarme en silla) para descansar, y al mismo tiempo de– rramar mi espíritu en la presencia de Dios. Antes de ponerme en oración, tomé agua· bendita y me arrepentí de mis faltas presentes, y en general de todos los pecados, como lo hago siempre. Al fijar en Dios mi mirada, recor– dé la penitencia de hoy, mejor dicho, invoqué a mi Dios Humanado, a quien me ·ordena me abrace para adorar, humillarme y arrepentirme, o amar arre– pentida. Inmediatamente se impuso Jesús a mi alma a través de una luz ar– diente, especie de sol, y como brincando de contento y propicio a favorecer– me. Ni que le hubiese hecho un servicio grande podía manifestar mayor contento y entusiasmo y generosidad con mi pobre y pecadora alma. Sentí una especie de agonía amorosa divina, como si me arrancaran el alma del cuerpo, y que sé yo qué cosas..., lo de siempre. Hace una hora que se cum– plió esto y todavía estoy bajo la agradable y santificadora impresión que me produjo la divina imposición. ¿ Cómo no amar a mi Dios Humanado hasta la chifladura? Me parece que me ha concedido la gracia de unir lo que dije que no podía, para que no quede ni una letra de las cuatro apre– ciables cartas últimas de V. R. sin producir su efecto, y la de recogerme en la oración. Sea bendito por siempre. 4.-Son las cinco y cuarto y no puedo más. Ayer tomé m4ir poco ali 0 mento y se me aumentó notablemente la fiebre; estoy abrasada; no sé si habré faltado. Como estoy tan mal del estómago y no hay remedios huma– nos que me curen ni. alivien, quisiera vivir sin tomar nada, pues todo me hace daño, y me cuesta digerir. ¿Es lícito abandonarse, aunque se apresure la muerte? En caso afirmativo, quiero hacerlo., Bendiga a su humilde y reconocida hija, que besa sus pies y manos, Sor Angeles.
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