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CLXXXVI 21-22 septiembre (sic.). ¡Viva Jesús! ¡Viva María! Mi venerado Padre: Aprovecho la visita de la madre de nuestra novicia para mandarle el escrito que quedó en mi poder. Recibí sus cartas. Hoy no puedo escribirle, lo haré dentro de unos días. Tengo quien costee las obras de Santa Verónica; haga la caridad de encargarlas, pues no sé dónde se venden. Nuestro confesor ordinario ha sido nombrado Visitador general de las religiosas. Según me ha dicho, tendrá que dejar de confesarnos. ¿A quién pediré? Este se ha portado muy bien; es el único confesor ordinario que no me ha hecho sufrir y me ha ayudado a conservar la paz, etc. Son las doce y media y me voy a acostar. Bendiga a su humilde y reconocida hija, q. b. s. m., Sor Angeles. Hace unos días le escriQÍ al P. Nazario, suplicando que respete la volun– tad de mi Director, etc.; y una tarjeta al P. Arintero para que no insista. Los cuadernos de los Coloquios tienen copias Sor N. y Sor B. y las Con– cepcionistas de Avila, y aquí casi todas las religiosas, pues por ellas y para ellas exterioricé mis coloquios y peticiones. Son antiguos, pues lo poseían cuando venía V. R. Las de Avila me piden que les mande algún escrito, que les aprovechó mucho, etc. No les contesto, pero tengo mucha inclinación a ayudar a las jóvenes de dicha comunidad, pues- me consta que buscan de veras la santidad y que las anima cualquier escrito de servidora. Las mayores lo ven bien y también procuran aprovecharse. Tienen buen espíritu.

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