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CARTA CLXXXIV, 25 SEPTIEMBRE 1920 163 ordinario; También estoy indecisa en la elección del predicador del .novena– rio de Nuestra Inmaculada Madre. · Acostumbramos darle 30 duros, lo mis; rno a los de aquí que a los de fuera. Como hay tantas novenas, no viene ape– nas gente; así que el trábafo del predicador casi se pierde, pues ni se apro 0 vecha el pueblo ni nosotras. Sólo el P. Guernica aprovechó a la comunidad, porque echaba una plática privada· todos los días, y con esto sé consolaron las religiosas. Yo estuve enferma y no le oí. ¿ Tendría inconveniente V.' R. en encargarse de las pláticas del novenario? Pues así sería útil a la cómunidad y no se perdéría su trabajo. Caso que nó, ¿a quién pediré? Si el prediéador no• es espiritual, y frecuenta el locutorio, estorbará; porque ninguna quiere salir sino para oír pláticas que responden a nuéstra vocación. 3.-Nada más por hoy. Continúo en el acatamiento de las dos incompren~ sibilidades que deben identificarse: Dios Uno y Trino y la Encarnación. Al– gún temor tuve ayer de que no interpreto bien los deseos de mi Padre, que me aconseja me esconda bajo la propia ceniza, y me empeño en elevarme a Dios; que me met.a en la concha de la soledad y que procuro exhibirme por medio de las cartas de conciencia; en una palabra:, que estoy haciendo lo contrario de lo que me aconseja y que debo callar, etc. No sé si será tenta– ción. Hoy no lo he tenido. Ya me dirá cómo debo portarme para no caminar en vano o errar el camino. Absuélvame de todo y perdóneme, especialmente mis infidelidades de es– tos 26 años, que he llorado ayer y hoy con el corazón. Bendiga a su reconocida hija, q. b. s. m., Sor Angeles. Le envío los escritos de los cuales tengo conocimiento se han publicado. "A Jesús por María" (1), en la Revista La Verdad Religiosa. Y los llama– mientos primero y parte del segundo en las adjuntas Revistas, o sea La Te– resiana y María Reina de los Corazones (2). (1) A Jesús por María. La Virgen Santísima es la Casa de Dios. Este opúsculo fué publicado primeramente en la revista El Santísimo Rosario, cuando aún vivía la M. An– geles, y posteriormente por el P. Nazario. Desconocemos la edición de la revista La Verdad Religiosa. Cfr. MELCHOR DE PoBLADURA: Una flor siempreviva, págs. 123 y si– guientes. (2) Cfr. La Basílica Teresiana, 1920, t. VII, págs. 89-91; El Mensajero de María Reina de los Corazones, 1920, t. VIII, págs. 70-71; P. MELCHOR DE PoBLADURA, o. c., pá– ginas 124 y sigs.

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