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CARTA CLXXXIII, 23 SEPTIEMBRE 1920 159 2.-No recuerdo detalladamente mi vida desde que le escribí la anterior hasta el 13; solamente recuerdo que le encomendé mucho, con fervor y que gocé. El 13, a las ocho de la mañana, me sentí llamada a un recogimiento y elevación de espíritu especiales; Dios Uno y Trino con una noticia gene: ral, pero soberanísima, y un vivísimo sentimiento de su presencia, se impuso a mi alma y me atraía al recogimiento que he dicho para algo que yo distin– guí; pero no respondí al llamamiento porque comprendí que la respuesta me inhabilitaría para el trabajo que pensaba h?cer y quería terminarlo antes de vacar a Dios, pues no puedo limitar la oración, ese abandono o perdí• miento en mi Dios y centro divino, a una hora ni dos ni tres. Estaba enfer• ma y sufrí doble martirio por resistir al llamamiento, pues el trabajo me costaba intenso dolor de cabeza y fatiga y rendimiento sumo físico, más la violencia moral. Mientras recitaba Vísperas tuve unos entusiasmos con mi Dios Humanado, que desatendí igualmente. Por el recargo de la fiebre recé los Maitines a las seis y me acosté a las siete y media sin haber dedicado a la oración ningún tiempo; pero sí amé a mi Dios y conservé su presencia, mejor dicho, permanec:ía Nuestro Señor en la forma dicha todo el día. En el momento en que me acosté se apoderó la gracia, el divino Espíritu pro– dujo en mi alma sus inefables y amorosos gemidos, y hasta las diez y media próximamente sufrí una especie de agonía amorosa que me recordaba una frase de su carta fecha 24, de agosto: "la tórtola divina que llora, gime, can– ta, etc." Mi alma gemía y lloraba, sufría dolorosa agonía, amando a más amar al Verbo Encarnado, y amando y sufriendo, llorando y gimiendo, glo– rificaba a mi Dios Humanado en unión del Espíritu Santo y de Dios Padre, de cuyo amor, poder, conocimiento, estimación, etc., hacia el Hijo se hacía eco. Dios Humanado se impuso a mi alma como grandeza infinita que com– prende todos los divinos misterios y relaciones divinas, y· el recuerdo, noti– cia o sentimiento de fa presencia de nuestro Padre S. Francisco más claro que el día 26 de agosto. Toda la noche y día siguiente duró esta imposición en su fuerza acompañado del llamamiento al extraordinario recogimiento y elevación de espíritu; pero no respondí por el motivo dicho. La comunica• ción no pudo, pues, expansionarse por mi falta de correspondencia, pues todo el día estuve ocupada; pero sí amaba en medio de mis ocupaciones y le di palabra a mi Dios de responder al llamamiento tan pronto como termi– nase mis trabajos, pues no podía resignarme a entregarme para un día ni dos... 3.-De esta comunicación quedaron huellas divinas en mi alma, y puede

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