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156 CORRESPONDENCIA DE LA M, ANGELES CON EL P, MARIANO pies de mi Padre espiritualmente, confesando lo que siento o entiendo de mí, o sea que soy la nada criminal, la más infame criatura, pecadora y dei– cida, y suplicándole que me absuelva, y cuanto antes aniquile los elementos contrarios a la divina Bondad habidos en mi alma. Todas las veces que Nues– tro Señor me llama, me requiere para allegarme a El, o se me impone, en lugar de responder a su requerimiento, sin darme cuenta, me adhiero a mi Padre con estas o parecidas palabras: "Soy muy mala, Padre mío; soy muy perversa." Esta confesión es una súplica, pues al mismo tiempo que presento a mi Padre mi perversa y feísima obra al lado de la obra de Dios, o sea el horroroso cuadro de mi vida desordenada, ingrata, desastrosa, le requiero para que me justifique y rehabilite en condiciones ventajosas al estado de inocencia, si puede ser, y me adapte para recibir las comunicaciones divinas que mi Dios me ofrece. Mientras practico este acto y me resigno toda en la santa obediencia, es cuando yo me siento revestida de valor y confianza, y lo espero todo, todo, de mi Padre verdad, como le decía en mi carte del 6, si mal no recuerdo. Dios mismo es quien inspira en mi alma el sentimien– to de la propia aniquilación y el recurso a V. R., al mismo tiempo que me requiere para recibir sus divinas comunicaciones. De esto estoy ciertísima, porque veo lo mucho que se complace en el acto de humildad que practico y en verme adherida a mi tabla salvadora, o sea recurrir a mi Padre para que me justifique, adapte, etc. 3.-Esto es uno de los motivos que me movieron a dedicar unos días a leer la epístola de 14 de julio cuando el eclipse, siendo así que al mismo tiempo me sentí llamada fuerte y soberanamente a contemplar los dos ine– fables misterios de la Trinidad y Unión Hipostática, que se imponía a mi alma como dos inefabilidades seductoras que subyugan mi corazón a través de los asuntos que me dió V. R. para los Ejercicios de los años 1915 y 1917 acomodados al estado presente por V. R. Por el mismo motivo, después de haber satisfecho mi devoción respecto de la citada epístola, o sea en estas dos semanas últimas, en lugar de responder inmediatamente al llamamiento que he dicho y que perdura, he dedicado todo el tiempo libre y el de la oración y vigilia a recordar y orar las cartas que he recibido de mi Padre desde el 18 de julio, a pesar de ver frustrados mis afanes. Digo esto, porque la car– ta del 28 de julio y el principio de la del 1 de agosto me han ocupado todo el tiempo, y no he podido pasar adelante, sino que en el horizonte divino abierto a mi vista, mientras me veía perdida en la doctrina que contienen, recordaba o me repetían los requerimientos y enseñanzas de las cartas que
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