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_151 ria en el Verbo Divino identificado con la esencia divina, recibiendo del Padre su vida y perfecciones divinas, y en las inefables relaciones que le unie• ron a su Inmaculada Madre en el período inmediato al cumplimiento de la Encarnación, y al Espíritu Santo cuando se cumplió este inefable misterio. .Intentaría un imposible si quisiera referir detalladamente cuanto .he visto y sentido en orden a las relaciones sobrenaturales que me unen a mi Padre del alma. Pero no me ha sorprendido, porque hacía mucho tiempo me ha– bía prevenido mi Dios para todo lo que se ha cumplido con tantas manifes– taciones y requerimientos como tuvieron lugar desde el 18 ó 19 de noviembre de 1918. Al modelo divino que el Verbo me presenta en sí mismo para que réproduzca sus inefables relaciones con la primera y tercera Persona de la Trinidad y a su Inmaculada Madre en las que me unen a V. R., agréganse los llamamientos de Dios Padre identificado con la dirección para que beba en su seno la vida divina, al Verbo y al Espíritu Santo. Estas apariciones o miste– riosas imposiciones de Dios Padre, como venero inexhausto de vida, verdad y amor, fué lo último que constituyó mi vida, y lo que acabó de perfeccionar mi unión con la dirección, juntamente con otra no menos misteriosa y divina apa– rición de Jesús, mejor dicho, del Verbo, desposado con la santa Iglesia de quien es cabeza su Santísima Humanidad, presentándose la dirección como re– presentación de la Iglesia Católica, esposa del Verbo y mi madre a la vez que padre. 4.-En las palabras "Mírame", etc., que referí en la carta del 27 ó 28 (1), cuyo sentido no expliqué por falta de tiempo, entendí, mejor dicho, producián dos efectos: 1) absorber mi alma toda, por. manera que fija en la dirección con todas mis facultades y en ella reconcentrada, quedaba incapaz de aten– der a ninguna cosa de fuera de la cooperación a su acción santificadora; constituía ésta, por el momento, la resignación y abandono a la voluntad de. mi Padre; 2) hacerme toda ojos para leer los designios de Dios relacionados con mi santificación, que veía como reflejados en la inteligencia y voluntad de mi Padre y anhelar y pedir su cumplimiento con un ardor y ansiedad pare– cidos al de Santa Verónica, cuando pedía y se preparaba de próximo para la impresión de las llagas (marzo o abril de 1697) (2), y de Santa Magdalena de Pazzis (a quien me unen relaciones de intimidad) cuando esperaba o requería a San Agustín para que grabara en su corazón las palabras Verbum caro f ac- (1) Véase más arriba, pág. 144. . (2) Santa Verónica recibió las llagas el 5 de abril de 1697. Cfr. Un tesoro oculto, o sea Diario de Santa Verónica de ]ulianis, publicado por P. Pizzicaria, S. J., y tradu– cido por Arturo Masriera, t. III. Barcelona, 1905, págs. 410-416.
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