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148 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO el Amor divino en sí mismo tal como se cumple en el seno de Dios. es lo que generalmente se me impone y me garantiza la salvación; por esto siento un entusiasmo grande por todo lo que se refiere a la vida íntima de Dios, y cada día veo más claro que mi vocación es perderme en mi Dios, amándole en sí mismo, por sí mismo y en unión del amor que se tiene a sí mismo, o con su mismo amor. 6.-El recuerdo de V. R. es indecible lo que me anima, asegura y consue– la. Sí, Padre mío, a cualquier obstáculo que se presenta me adhiero a la di– rección con una confianza y seguridad tan completa, que desaparece la difi– cultad. Me siento indigna de la salvación, de la gracia, de todo bien, pero lo espero todo de mi Padre y en condiciones ventajosas. Siento el peso abruma– dor de mis pecados, o de ese monstruo de una vida infinita en malicia y des– orden, y en seguida me adhiero a la dirección y me resigno toda en la volun– tad de mi Padre con la confianza y seguridad de que purificará mi conciencia y me rehabilitará en condiciones ventajosas al estado de inocencia. De este modo me libro de todos los apuros, angustias y ansiedades y me conservo en completa tranquilidad, si bien no soy yo quien recurre a la dirección, sino que ésta se me impone y me sustrae al sufrimiento, peligros, etc. Estoy temblorosa y con necesidad de acostarme y voy a terminar. Bendiga a su humilde hija que besa sus pies y manos. Sor Angeles. Se me olvidaba decir que hasta ayer he sufrido con tranquilidad y per– fecta resignación el silencio de mi Padre, pero anoche empecé a sentir un ansia suma de su carta, y cada vez me va costando más la privación. Sin em– bargo, obre con libertad. Le envío la tarjeta de la R. M. Dominica. En cuanto a la petición que hace, me parece que les gustaría y ~ería de provecho la explicación de María Soberana Medianera universal, acompañándola con la fotografía, porque son muy devotas de la Santísima Virgen. Si no tuvieran o hubiesen leído ya, tam– bién les aprovecharía la colección de Pastoras; pero me inclino a creer que el P. Alfonso se lo dejaría para leer, pues fué esa una de las comunidades que se impuso a mi alma necesitada de la doctrina que contiene, cuando fuí requerida para escribirlo (Domingo de Pentecostés, 1918).
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