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146 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO conveniente que se publiquen los escritos, respetará su opinión el P. Nazario, porque ya sabe lo que V. R. fué y es para mi pobre alma. Ya me dirá lo que piensa sobre esto o quiere que le conteste. Estaba persuadida que al principio del cuaderno había puesto una adver• tencia sobre el título, pero se conoce que lo dejé. ¿ Quiere que le pida la rela– ción en forma de carta que cita la carta? Se me olvidaba decirle que me pa– rece que mis religiosas no son muy gustosas en qúe mis escritos se publi– quen en Revistas; aparte, sí, aunque con ninguna he hablado de esto fuera de Sor A y Sor B,, quienes los estiman útiles para las almas, pero que no son propios de una Revista cualquiera que sea. Así me lo significaron el año pa– sado. 2.-No sé qué día, antes de escribir las últimas cartas, me parec10 que soy carga muy pesada para mi Padre, que le molesto demasiado y que debía moderarme, escribirle cada quince o treinta días, etc. Tuve intención de decirle que no tuviera prisa para contestarme, sino que lo hiciera cuando buenamente pueda y le permiten sus muchas ocupaciones, pero se me pasó. Pero su silencio me hace creer que aquello fué un aviso o uno de esos pre– sentimientos que disponen el corazón para sufrir con tranquilidad y resigna– ción los contratiempos. 3.-Hasta el domingo o lunes de la semana pasada continué mi vida in– terior poco más o menos que le decía en mis anteriores. No recuerdo qué día, pero debió ser el lunes o martes, parecióme que mis relaciones directivas habíanse elevado a la perfección que Nuestro Señor quiere, y vi que mi alma, establecida en la dirección como en un santuario, se perdía en Dios, mejor dicho, atraída por una fuerza divina procedente del seno de la Santísima Tri– nidad, se adhería y perdía en las divinas Personas por modo inexplicable, lo cual se cumplía en el seno de mi Padre, como si éste fuese un templo o un santuario, viva representación de la Iglesia Católica; tanto es así que al entrar en el coro y adorar el Santísimo, aún el coro me representaba la di– rección. Cuando parecía que con más fuerza era mi alma atraída por Dios Y más se perdía en el templo místico de la dirección, se eclipsó la luz y me quedé como a oscuras, tranquila, muy tranquila, y con relativo gozo y com– pleta seguridad, pero sin ver ni sentir nada fuera de la fe y confianza viví– simas en mi Dios y en la dirección, y ciertas oleadas de alegría y felicidad que de cuando en cuando surgen del fondo del alma. La oscuridad es rela– tiva no completa, ni menos triste, y esto y la tranquilidad y alegría que siento a ratos me hace pensar si el cambio o lo que he llamado eclipse obedece a

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