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142 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P, MARIANO comprendía la intervención de mi difunta madre. Ayer por la noche de re– pente se impuso a mi alma la presencia del Verbo Encarnado en una especie de cielo a la altura y distancia de las nubes, pero· con una grandeza, especie de inmensidad atrayente, subyugadora. Al mismo tiempo se me impuso la memoria de mi madre y percibí su influencia, el vivo interés que le inspira la gloria de Jesucristo y como medio el cumplimiento de sus designios en mi vocación religiosa y vocaciones que lo acompañan, y sucesivamente se han manifestado en mi vida espiritual, especialmente dos relacionadas directa– mente con mi Dios Humanado. Postrada en espíritu en la presencia de Jesús, de aquella grandeza infinita que presentaba su doble naturaleza por cuyo amor y como celoso de su gloria la primera y tercera Persona de la Trinidad querían o pretendían velar la propia excelencia y secundaban el requerimiento de mi madre, relacionado con el culto especial debido al Verbo Encarnado, postrada, digo, en espíritu (pues estaba con la comunidad en el coro y corpo– ralmente no podía) le tributé adoraciones, y animada del mismo entusiasmo, amor y gratitud hacia Jesús, me encomendé a mi madre: "Ruega, sí, madre mía-le dije-, ruega mucho por mí para que responda a los designios de Dios en mi vacación y vocaciones divinas, y que mi Dios Humanado sea co– nocido, glorificado y amado en mí y por mí... Ruega mucho, madre mía, ruega mucho, que lo necesito para que resarza las pérdidas habidas en los veinti– nueve años que hace que ingresé en este sagrado claustro en esta misma tar– de, y ruega también por mi Padre... " No sé el tiempo que duró la visión, pero desde entonces mi alma yace en humilde acatamiento en la presencia del Verbo Encarnado. Tanto es así que sin darme cuenta inclino la cabeza de cuando en cuando como quien adora; y a no contenerme, me derribaría en tierra para testimoniar a Jesús el respeto y estimación que le profeso. 2.-0tra entrevista o imposición tuve esta mañana parecida a la de ano– che; pero lo· que vi fué la faz humano-divina de Jesús con su mirada expre– siva fija en mí, como si cuidase de mí con interés especial por las relaciones que nos unen, y por uno de mis destinos o vocaciones que guarda relación con la visión de ayer o sus fines. Casi todas las veces que Jesús se ha im– puesto en esta forma al sentimiento de su presencia, se ha unido una como visión entre sombras de nuestro P. S. Francisco, que llamo noticia general de sus relaciones con Dios Humanado, cuyo conocimiento se me concede o impone, especialmente la parte que tuvo y tiene el Espíritu Santo en el admirable comercio establecido entre Jesús y Francisco: Ya antes de ahora
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